El periodismo siempre me interesó. Ya en la escuela secundaria trataba de leer los diarios, para enterarme de lo que sucedía. Pero, en realidad, me gustaba también prestar atención a la forma en la que estaban escritos. Luego, cuando estudié supe que el mejor manual para aprender el oficio, son los mismos medios.
El periodismo me parecía entonces una profesión con mucho de intelectual y con un aire de rebeldía. Pero en aquella época, me refiero a los años ochenta, no era una carrera tan común como lo es ahora. No estaba “bien vista” y mi familia, bastante tradicional, pretendía que dedicara mis esfuerzos a carreras “más tradicionales”. Pero bueno, como siempre sucede, cuando hay alguna vocación, por más que uno intente ignorarla, más tarde o más temprano, es difícil escapar a ella.
Ingresé a la Universidad de Buenos Aires, para ser un estudiante de una carrera formal, pero no era lo mío. Entonces, llegó la decisión. Hubo que enfrentarla y para estudiar periodismo, tuvo que ponerme a trabajar, sin el apoyo de mi familia.
Escribí colaboraciones y pronto, un pequeño diario, El Tribuna de Adrogué, en el Gran Buenos Aires, me dio la oportunidad de pagarme mis estudios y de aprender en la redacción. De ahí en más, pude encaminarme, no sin tropiezos.
* ¿Por qué la eligió?
Pienso que ella me eligió a mí. Puede decirse que un poco de curiosidad, mucha vocación por la lectura y un humilde esfuerzo por escribir correctamente son las básicas cualidades de un periodista. Al menos, eso pensaba entonces. Hoy las cosas parecen haber cambiado radicalmente. Pero estas cosas me gustaban y aún me dan placer y así fue que comencé: leyendo todo lo que podía, aporreando una vieja máquina de escribir para sacarle los textos más prolijos que pudiera… y pensando que algún día, tal vez… ¡bueno! soñaba, como todo joven acerca de su futuro. Luego descubrí la docencia, que es por supuesto también una forma de comunicación y me volqué a enseñar, tarea que terminó atrapándome hasta convertirse en mi principal actividad.
* ¿Dónde estudió? ¿Cómo fue su carrera?
Cursé la Escuela Superior de Periodismo en el Instituto Grafo-técnico de Buenos Aires. Fueron años muy felices para mí, a pesar de que era la última etapa de la dictadura militar. Casi aislado en mi mundo, pude disfrutar de profesores geniales que, dentro de las posibilidades de una época dura y oscura, sabían despertar inquietudes. Recuerdo al sociólogo Julio Mafud, especialmente. Con su materia me recibí y aprendí una lección imborrable de humildad intelectual y calidad docente.
* ¿Cómo le resulta dar clases?
Durante casi una década dediqué mi trabajo a formar periodistas. Es una actividad docente muy especial, ya que los alumnos son adultos que buscan, la mayoría de las veces, con muchos sacrificios, una enseñanza teórico práctica profesional. Es una actividad muy grata, intelectual y personalmente. En el nivel medio, las cosas cambian un poco, ya que no a todos los chicos les gusta lo que uno enseña y se trata más de obtener estrategias para “engancharlos” que de transmitir conocimientos elevados o actualizados.
De todas maneras, es también una oportunidad de despertar vocaciones y esa parte de la tarea es infinitamente agradable.
* ¿Qué diferencia nota entre la carrera que estudió y cómo se ve la disciplina hoy?
Bueno, yo estudié Periodismo y la carrera que hoy predomina es “Comunicación Social”. Si bien se encuentran emparentadas, no son precisamente lo mismo. El periodismo tiene una particular relación con el discurso informativo público. Todavía persigue, aunque débilmente en algunos casos, ideales de objetividad, neutralidad y calidad informativa. El cambio, la comunicación social es una disciplina más abarcadora, llena de caminos que se bifurcan y se cruzan. Quizá esta ambigüedad sea una de las cualidades que la convierten en una opción atrapante para muchos jóvenes.
Sofía U.
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